Quizá porque el verbo, el que nos mueve o nos detiene... a menudo no corre de nuestra cuenta.

jueves, 3 de mayo de 2012

¡Serenoooo!



Estoy recordando un pliego que leí en septiembre. Primero despertó mi interés y luego me dejó con zozobra  y un enfado que el interlocutor me tuvo que recordar que "no estoy sordo/a, afortunadamente".  El caso es que mi señor padre no tiene internet y me pidió que le imprimiera un texto.

¿Cómo se puede desleer?  En mala hora se me ocurrió echarle una ojeada obviando que en otoño y en primavera todo se me pega con superglú.

Debo mantener el anonimato aunque este blog esté perdido en la galaxia. Un buen día pensé que  la prudencia abarcaba bastantes campos. Espero que no se me vaya la pinza y no me traicione a mí misma.

Cuando, tras una lectura, vivo determinadas situaciones... bfffffff... parece como si tuviera un impedimento para abstraerme del martilleo y soy incapaz de escribir sobre... no sé... ¿cómo se hace un huevo frito, por ejemplo?  La piel, los músculos, los tuétanos, las neuronas y los recuerdos sangran. Y la hemorragia dura y dura.    

Muchas veces pienso que las bitácoras personales nacieron con vocación de ser una expresión fiel de quien escribe y yo he tenido que amputar habitualmente muchos tentáculos de pulpos llenos de tinta y me quedo a medias. Probablemente este poco de vergüenza torera que todavía me queda sea un arma de doble filo que preserva mi intimidad… pero, en igual medida, araña por dentro.  

Y así estoy. En carne viva... por un desafortunado pliego que me devuelve al pasado y que ya cansa de tener que cerrarlo trimestre sí, trimestre no... resucitando la figura del  "sereno" en tiempos de porteros automáticos.
He de escribir sobre el SERENO. En mi barrio todavía no lo han jubilado.