Quizá porque el verbo, el que nos mueve o nos detiene... a menudo no corre de nuestra cuenta.

viernes, 11 de mayo de 2012

Miedo.


Y esta desembocadura me da miedo. No sé de qué forma ni cuándo te has empezado a deslizar por esta pendiente que apenas se percibe a diario porque es leve y no calzas patines. Pero... si ya no tienes apetito, dormirías como si no quisieses despertar, te cuesta sonreír, todo se te antoja tan costoso que la piel se pega a los huesos, la respiración es agitada porque no encuentras el oxígeno de la paz interior... me da que ya no viene del cielo. ¿Eres tú o  el SERENO de turno el que abre de par en par las puertas del alma? Vete a saber si las abre cuando ha caído la noche y no permite que el sol te siga acariciando como antaño... 

Tengo miedo de que confundas la fuerza de voluntad con el voluntarismo,  no distingas el  esmero del perfeccionismo... y que tantos arbusto enanos y  con espinos no te dejen correr en libertad. La libertad, ese regalo casi tan preciado como la vida.

¿Oyes? Yo te amé primero... como eres... con tu lentitud y tus despistes... con necesidad de dormir más que otros seres de la creación...  ¿A qué tanto SERENO? 

Me miras como si me hubiera dado un viento... En el fondo llevas razón. Siéntate. Si quieres te puedo contar los catarros e incluso neumonías que me han tenido postrada en cama. Por vientos no identificados. ¿Poniente, levante, mestral, cierzo...? La fiebre me impidió saberlo. Si quieres... te lo cuento.